En el Seminario tenemos unas convivencias que no son vacaciones, pero sí un descanso para reflexionar diferentes maneras que la Iglesia tiene de acercarnos a Dios y descubrir cosas que a veces no entendemos.
La primera convivencia de este curso fue en Arca (Pedrouzo). Allí el P. Fabio, de la Obra de D. Guanella, nos enseñó como conocer bien nuestro carácter y tomar decisiones correctas.
La segunda convivencia fue en Sobrado dos Monxes. Se trataba de conocer un poco más la vida de la Iglesia desde las dimensiones de la caridad, la fe y la esperanza. Empecemos con la primera: la caridad.
En nuestra primera parada estuvimos con D. Víctor Naveira, cura en la zona de Curtis. Él nos demostró que luchando por un sueño con la ayuda de Dios podemos alcanzarlo. El sueño era construir una casa y unos invernaderos para cultivar. Esta casa siempre tendrá las puertas abiertas a todos; sobre todo a aquellos que tuvieron un mal pasado y fueron rechazados socialmente.
La segunda parada y la segunda dimensión, la fe, quisimos vivirla especialmente con los monjes. Para nosotros, los monjes suelen ser unos grandes desconocidos; a veces les llamamos raros porque los juzgamos sin conocerlos. No obstante, tienen una vida impresionante y, al mismo tiempo, muy ocupada. Se levantan a las 4:45 y su primer rezo es a las 5:00. Durante el día tienen más rezos y distintos trabajos que desempeña cada uno para cubrir las necesidades del monasterio. Nos transmitieron que, aunque podían tener otro trabajo donde ganaran más dinero y no tuvieran tantas obligaciones, ellos prefieren vivir totalmente entregados a Dios y así centrarse en una cosa que es única y nos cambia la forma de ver el mundo desde lo material. Para ellos, la clave de su felicidad está en vivir junto a Dios.
La tercera dimensión es la de la esperanza. Quiso ayudarnos a entenderla D. David Álvarez, que es el cura de Sobrado y el delegado diocesano de Misiones. Él nos hizo comprender cómo a veces gastamos sin pensar lo que en realidad nos hace falta o sólo para cubrir un vacío material que sentimos; nos cuesta entender que la felicidad está en darnos a los demás. No entendemos, por ejemplo, eso del DOMUND ni a la gente que lo deja todo para ir a un lugar de donde a lo mejor no salen vivos. Nos contó su experiencia de nueve meses en Perú, en un lugar donde las casas fácilmente se derrumbaban, moría gente a causa de enfermedades por no poder pagar el tratamiento, niños sin un futuro porque no hay escuelas y, sobre todo, hambre. Los que luchan contra eso no lo hacen con armas, sino con esperanza, ilusión y mucho amor; amor en ver como una familia te agradece por darle un techo y un plato de comida, por ver como estudian y así conseguir salir de aquella miseria. Esto todo es lo que impulsa a un misionero para hacer lo que deberíamos hacer todos.
Yago García de la Cruz