Hoy es el gran día de fiesta para los creyentes. Pero, quizás podría estarme preguntando: ¿En las actuales circunstancias, qué tengo que celebrar, hoy?
Llevo un mes encerrado, cumpliendo el confinamiento que me recomiendan para evitar contagiarme. Las relaciones con muchos de los que quiero son ahora virtuales (también lo eran antes, pero ahora echo en falta el verlos, el sentirlos a mi lado, el abrazo y el beso de los que tengo tanta necesidad); incluso estoy echando de menos a aquellos que estaban en mi vida, pero no dejaban de ser actores secundarios o de reparto. Me agobio en casa y con los míos. Posiblemente esté triste y melancólico al escuchar como esta enfermedad se está llevando a tantas personas. Me falta la alegría. Incluso, a veces, pienso, que me falta todo. Por faltar, hasta me da la sensación de que me falta el aire para respirar. Mis planes se han ido todos al garete. Posiblemente, esté esperando algo para salvar el curso: que a los alumnos nos den el aprobado general. No sucederá nada de lo que tenía planeado para estos meses. Y el futuro se ve lejano. Mi mundo, mi pequeño mundo se ha venido abajo por culpa de un virus. ¿Quién me iba a decir esto el 12 de marzo? Si alguien lo dijese, pensaría que estaba loco. Qué vida más buena estaba llevando, sin saberlo, y se ha interrumpido hasta no sé cuándo.
Y… ¿qué tengo que celebrar hoy? También Dios parece que me ha dado la espalda, nos ha dado la espalda. No ese Dios mágico en el que parecía creer. No es ese Dios que, en un abrir y cerrar de ojos, haría que la situación actual fuese “una mala noche en una mala posada”. Parece que es un Dios que se ha olvidado de mí. “Dios mío, porque me has abandonado”, nos has abandonado. Parece que caminamos solos por un desierto infinito.
Y… ¿qué tengo que celebrar hoy? Acabamos de celebrar la Pasión y hoy celebramos la Resurrección. También nosotros esperamos salir del “sepulcro” de nuestras casas. De la misma manera que Cristo salió de su sepulcro para vivir una vida nueva, también nosotros saldremos a una vida nueva porque esta situación nos está haciendo mejores; nos ayuda a darnos cuenta de nuestros verdaderos valores; nos está ayudando a ser conscientes de lo somos y tenemos y comprobar que vale la pena vivir con los demás; nos estamos dando cuenta que poníamos nuestros esfuerzos en cosas que ahora no parecen tan importantes.
Y… ¿qué tengo que celebrar hoy? Hoy, SÍ tenemos mucho que celebrar: la cercanía de Dios porque no nos abandonó y lo vemos en la alegría de la vida nueva a la que todos estamos llamados; en la luz nueva del cirio pascual que nos guía a la vida eterna; en el agua nueva del bautismo que nos lava de nuestro pecado; en el pan de la Eucaristía que nos da fuerzas para seguir adelante; en la esperanza renovada en la humanidad, una humanidad más fraterna, más solidaria, más cristiana.
Y… ¿qué tengo que celebrar hoy? ¡Qué Cristo ha resucitado! ¡Qué su Pascua es mi Pascua! ¡Qué el triunfo de Cristo es mi triunfo! ¡Qué puedo caminar sin miedo! ¡Qué Cristo ha cogido mis agobios y penas para cargarlas Él! ¡Qué la luz de esta mañana de Resurrección, ilumina mis tinieblas! ¡Qué me siento querido por Dios –y por los que me rodean! ¡Qué puedo seguir mirando al mañana con esperanza! ¡Qué no tengo miedo! ¡Qué puedo –y debo- ser testigo de la Resurrección!
Y… ¿qué tengo que celebrar hoy? ¡Qué estoy llamado a contagiar la alegría de Cristo Resucitado! Sí, YO y justamente ahora y proclamar con fuerza: ¡HA RESUCITADO VERDADERAMENTE EL SEÑOR. ALELUYA!
FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN
El Director Espiritual