Descubrimiento de la tumba del Apóstol
Tras el abandono de la villa romana de Asseconia, con el paso de los años, la ubicación exacta de la tumba de Santiago cae en el olvido. En un momento impreciso de la década de 820-830 se produce el descubrimiento de la tumba del Apóstol.
Un eremita del lugar de Solovio (donde hoy se alza la Iglesia de San Fiz de Solovio), de nombre Paio, localizó, en un bosque llamado Libredón, las ruinas de un primitivo enterramiento. Contienen las que serán identificadas como tumbas del apóstol Santiago y sus discípulos Teodoro y Atanasio, por parte del obispo de Iria Flavia, Teodomiro.
Esta aparición confirma una arraigada tradición popular que habían documentado antes los monjes Beda el Venerable y Beato de Liébana. Pero faltaban estas pruebas. Enseguida, el rey Alfonso II visita el lugar y manda edificar una modesta iglesia, a la que seguirá otra promovida por su sucesor, Alfonso III (año 899). Estamos en el germen de la actual catedral y de la ciudad de Santiago.