A comienzos del mes de agosto, una pequeña representación del Seminario Menor participaba en el Encuentro Europeo de Jóvenes de Ávila. Dejamos aquí la crónica del viaje que elaboraba uno de los participante para enterarnos de lo vivido allí estos días:
“En tiempos recios, amigos fuertes de Dios”
Hoy quiero hacer “eco” de lo que un centenar de jóvenes de Galicia, junto a más de 7.000 de otras zonas de España y Europa, venimos de vivir en Ávila en el Encuentro Europeo de Jóvenes que se celebró del 5 al 9 de agosto en torno a la figura de Santa Teresa de Jesús, para contagiar e irradiar esta alegría a todos, pero especialmente a los jóvenes que no han podido o no han querido venir. Esta mujer, importantísima en la historia de la Iglesia y del mundo, nos ha congregadopara enseñarnos algo más de ella, de su vida y de sus obras en el V Centenario de su nacimiento, pero sobre todo para “hacer lío”, como dice el Papa.
Santa Teresa es una mujer y una santa que siempre me ha fascinado; por tanto, desde que se anunció el año jubilar quise ir a Ávila y cuando me enteré del Encuentro Europeo de Jóvenes, supe que era la mejor oportunidad para cumplir ese deseo. En primer lugar, porque el Encuentro iba a ser una experiencia maravillosa de comunión eclesial, como así ocurrió: los adolescentes y jóvenes que nos hemos reunido en Ávila hemos tenido la oportunidad de celebrar y compartir nuestra fe desde la realidad personal, y eso ayuda muchísimo a fortalecernos en ella.
Los jóvenes de las cinco diócesis gallegas salíamos el día 3 y nos juntábamos por primera vez en Benavente, donde celebramos la Eucaristía y tuvimos también un rato para organizar nuestra peregrinación. A la tarde nos dirigíamos a Sotillo de la Adrada, primer destino de nuestro viaje.
En Sotillo conocimos la comunidad de Agustinas de la Conversión, que en septiembre acoge a Andrea Rollings; y la parada no fue en vano: las hermanas nos mostraron su día a día a través de distintos talleres y la verdad es que sorprende su alegría, su jovialidad y su vitalidad. Se nota que son muy amigas de Jesús porque ese entusiasmo por la vida y una vivencia tan alegre de la fe son sin duda fruto de una relación muy íntima con Dios. Así que muy agradecidos a todas ellas por recibirnos en su casa, en un entorno precioso para unos primeros días de convivencia y para conocernos, antes de ir a Ávila, verdadera meta de nuestra peregrinación.
Y por fin en la ciudad amurallada, la capital de provincia más elevada sobre el nivel del mar, la tierra que vio nacer a Santa Teresa. El musical “Para Vos nací”, los distintos itinerarios, rutas y actividades que hicimos nos ayudaron a conocer de otro modo a la “santa andariega” y a aproximarnos más a su espiritualidad, a su modo de orar y al carisma carmelitano. Quizá el momento más emocionante de la peregrinación fue cuando algunos de los grupos de adolescentes nos organizamos para tener un rato de oración en la capilla natal, en el Convento de La Santa, sobre todo por la intimidad y el recogimiento, así como la notable presencia del Señor cuando dos o más se reúnen en su nombre.
Además que, con el lema “En tiempos recios, amigos fuertes de Dios”, sacado de los textos de Santa Teresa, pareció ocurrir aquello de que los amigos de mi Amigo son también mis amigos; o dicho de otro modo, que a los que allí nos encontramos, sin conocernos de antes en la gran mayoría, al sabernos hermanos en Cristo, no nos fue difícil entablar relación, compartir nuestras experiencias y convivir durante estos días. Y es muy hermoso no sólo crecer en la amistad con Aquel que sabemos nos ama sino también poder hablar de ello con gente como tú y que entiende lo que le estás diciendo porque también lo experimenta en sí mismo.
Lo más bonito, yo creo, es que de la mano de Teresa, por unos caminos o por otros, nos hemos encontrado o reencontrado con Cristo Resucitado y vivo y presente en su Iglesia, y este encuentro ha iluminado nuestra propia vida y fortalecido nuestra amistad con Él.
Mons. Novell nos decía a los jóvenes en la vigilia cuán grande es el amor que Dios nos tiene, sin el cual nada podemos hacer. Lo comparó, muy pedagógicamente, con el móvil y el enchufe: sin batería, sin la fuente de energía, no es más que un cacharro inútil. Yo destacaría, siguiendo en la misma alegoría, la importancia que tiene el cargador: sin él, el móvil no carga y la electricidad no llega. Diría que ese cargador es la Iglesia, la encargada de llevar el Evangelio con esmero y cuidado, como en “vasijas de barro”, a todos. Ese cargador ha sido para cada uno de nosotros el sacerdote que nos dio su consejo, la religiosa o el religioso que nos contó su testimonio, o el amigo o compañero que nos dijo aquello o que nos animó en aquel momento. Escuchar el testimonio de los demás es siempre reconfortante y nos anima en el camino de nuestra propia vocación.
Me quedo también con las palabras del cardenal Blázquez Pérez en la homilía de la solemne misa de clausura: “En la Eucaristía se regenera la amistad con el Señor, se fortalece nuestra valentía y nos convierte en fermento de esperanza para el mundo”. Los jóvenes pudimos vivirlo así, al ser la celebración de la Eucaristía el punto central de cada día y el momento del encuentro diario con el Señor que se acerca a nosotros y permite que le recibamos en nuestro ser.
Esa tarde, con alegría y con la gracia y la fuerza del sacramento de la Eucaristía abandonábamos Ávila para dirigirnos a Cantalapiedra. Y lo más impresionante de nuestra estancia allí no fue solo la paz y la fraternidad en la que viven las monjas del convento de clarisas, sino también cómo las barreras de la distancia se pueden romper para reunirse en el nombre de Jesús, puesto que al tratarse de una parroquia rural y con población avejentada, los jóvenes de la zona y las parroquias vecinas se juntan para la catequesis y las distintas actividades que organizan. Es agradable comprobar que los jóvenes cristianos de las distintas diócesis y arciprestazgos demandamos puentes y estructuras que nos ayuden a vivir la fe comunitariamente y compartirla con gente de nuestra edad.
Al iniciar el retorno estábamos llenos de gratitud por todo lo vivido durante aquella semana. El cansancio, el dormir poco y mal en nuestros sacos y las duchas de agua fría en el exterior a las siete y media de la mañana no pudieron menguar nuestra alegría ni nuestra emoción. Las incomodidades, lejos de desmotivarnos, nos han servido para descubrir verdaderamente que sólo Dios basta. Así que volvemos con las pilas cargadas para el curso que empieza y dispuestos a transmitir nuestro testimonio en casa, en la calle y en la parroquia, y demostrar que también los jóvenes queremos poner a Dios en el centro de nuestras vidas y comunicar a todos nuestra alegría, porque no hay nada como ser amigos fuertes de Dios, especialmente en tiempos recios.
Quisiera también, desde aquí, agradecer el trabajo incansable de los voluntarios que estuvieron con nosotros día a día y del personal de emergencias de Ávila y Protección Civil, quienes desde sus puestos velaron por la seguridad de todos atendiendo las incidencias con solicitud y profesionalidad. Y es mayor el agradecimiento, si cabe, al haber recurrido a estos servicios con la certeza de encontrarme en muy buenas manos. Y, por supuesto, también muchas gracias a las madres agustinas y a las madres clarisas que con tanto mimo nos recibieron en sus comunidades y a quienes les pedimos también oraciones.
Por último, gracias Teresa, por todos los momentos vividos contigo, con tu Jesús y con la Madre Iglesia.
¡¡¡Y el próximo verano, espero que todos nos veamos en Cracovia!!!
Ernesto Gómez Juanatey