Nos recordaba D. Jesús, el primer día del Camino de Santiago, en Tui, que toda vida es una peregrinación. Lo importante de una peregrinación, de un camino, no es el camino en sí, sino el destino hacia el que nos dirigimos, pues es el que, aún desde la lejanía, marca nuestros pasos. Según tengamos claro a dónde queremos llegar, así encaminaremos nuestros pasos en una dirección u en otra.
Los cristianos deberíamos de tener clara cuál es nuestra meta, de lo contrario pasaremos por esta vida dando tumbos de un lado para otro, como vagabundos. Es de lo que intentamos hacernos conscientes a lo largo de estos días. El Camino de Santiago no es más que un símil de lo que aquí decimos, y nosotros queremos pedirle a nuestro patrón, el Apóstol Santiago, que nos ayude a asimilarlo.
En esta quinta etapa recorrimos el tramo que transcurre entre Caldas de Reis y Padrón. Tras la catequesis y la oración de la mañana presidida por D. Santiago en la iglesia parroquial de Santo Tomás Becket, nos pusimos en marcha y disfrutamos de ese ambiente especial que se vive en el Camino. Tras un pequeño descanso para reponer fuerzas llegábamos a la villa de Padrón con ansias de agarrar el bocadillo y poner los pies en alto. Allí tuvimos la oportunidad de celebrar la Santa Misa en la iglesia parroquial levantada a orillas del río, sobre el pedrón al que, según la tradición, Atanasio y Teodoro ataron la barca en la que traían los restos del Apóstol desde el puerto de Jaifa, en Tierra Santa. Fue el broche de oro de una jornada eminentemente vocacional, por celebrarse en toda España el día del Seminario.
Ya queda menos. Compostela nos espera…